La macrobiótica la hizo mi mamá varios años, creo. Comíamos arroz yamaní con gomasio, que eran semillas de sésamo aplastadas con sal y ése era el único aderezo para el arroz, no había salsa de soja todavía. Años más tarde comprábamos bidones de salsa de soja, ya en Chinatown. Un día, cuando vivía a la vuelta de Plaza Serrano, me di cuenta de que el local de la Esquina de las Flores de Malabia era el de la infancia, lo que pasa es que la calle estaba desierta y era barrio barrio. También íbamos al de Medrano y Corrientes, pero ese lo reconocí siempre, pero ¿cuántos años tenía cuando éramos macrobióticos? ¿8? En la primaria debía estar porque la Esquina de Medrano era muy cerca y tengo la dos cosas relacionadas.
Otras cosas que comíamos eran sopa de miso y además tofu, aunque yo casi nunca. Me acuerdo mucho de los envases con miso parecían chocolate amargo, tipo fudge. Pero mi perdición y ahí empezó el engorde eran los panes redondos y toalmente suculentos de harina integral con nueces, almendras y pasas de uva. Tenían una cuota de humedad perfecta, una dulzura inefable y probablemente azúcar negra y los varios tipos de nueces en su punto justo de crocancia.
En realidad los panes no fueron nocivos sino hasta los 15 más o menos cuando empecé a PENSAR demasiado en la COMIDA y llegaron los kilos, que no eran tantos, pero había una fealdad que emergía y no miento, era muy fuerte, una incomodidad grande. No tenía granos, tenía incomodidad y cara de asco permamnentemente. Me acuerdo que hacía danza en lo de Noemí Coelho con una profesora mala en serio que te tironeaba del pelo y era linda y tenía muchas fotos bailando, con un corte carré y flequillo. El pelo negro azabache brillante, brillante. Se llamaba Margarita y no sabía tratar.
En casa mi hermana salía con cucho de los decadentes, ella tenía 17 y él tal vez 26, no sé. Venía a a casa y para mí era lo menos, para mi hermano lo más. Ahí empezaron a decirme Sor Graciana y me iba perfecto.
Un día mi mamá me llevó a la nutricionista to fix me. Me midieron todo el cuerpo pero lo peor fue cuando me midieron las rodillas, nunca me voy a olvidar, una humillación grande.
Otro día la profesora de literatura me habló de la identificación que tenía conmigo y que yo estaba engordando como lo había hecho ella. Nunca más me pude relacionar con ella.
Otro día mi papá me sentó en su living y me dijo que me quería hablar de la obesidad. Nunca llegué a estar tan gorda, lo máximo que llegué a pesar fue 61/2 kilos creo. Pero era fea.
En realidad los panes no fueron nocivos sino hasta los 15 más o menos cuando empecé a PENSAR demasiado en la COMIDA y llegaron los kilos, que no eran tantos, pero había una fealdad que emergía y no miento, era muy fuerte, una incomodidad grande. No tenía granos, tenía incomodidad y cara de asco permamnentemente. Me acuerdo que hacía danza en lo de Noemí Coelho con una profesora mala en serio que te tironeaba del pelo y era linda y tenía muchas fotos bailando, con un corte carré y flequillo. El pelo negro azabache brillante, brillante. Se llamaba Margarita y no sabía tratar.
En casa mi hermana salía con cucho de los decadentes, ella tenía 17 y él tal vez 26, no sé. Venía a a casa y para mí era lo menos, para mi hermano lo más. Ahí empezaron a decirme Sor Graciana y me iba perfecto.
Un día mi mamá me llevó a la nutricionista to fix me. Me midieron todo el cuerpo pero lo peor fue cuando me midieron las rodillas, nunca me voy a olvidar, una humillación grande.
Otro día la profesora de literatura me habló de la identificación que tenía conmigo y que yo estaba engordando como lo había hecho ella. Nunca más me pude relacionar con ella.
Otro día mi papá me sentó en su living y me dijo que me quería hablar de la obesidad. Nunca llegué a estar tan gorda, lo máximo que llegué a pesar fue 61/2 kilos creo. Pero era fea.
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