MANITAS SUDADAS
(Sale la más madura. Camina a la vez que habla)
CRIADA. - Graba tus palabras en mi memoria,
y así sabrás el curso de tu agitación.
Deberás caminar sin hablar.
Cuando llega la hora decretada,
una vieja culpa engendra otra culpa
nueva ...
PEQUEÑA. - Te burlas de mí
como si fuera una niña
y luego me haces a un lado.
CRIADA. - La abuela llega, prepárate.
Esconde tus yemas rozadas en mí.
(Son los mismos tacos agujados
en la cerámica roja.
La abuela, la pinta y la niña.
De viaje mamá ha salido.
Casa sola).
PEQUEÑA. -Somos un terceto
que se echa en cara.
La abuela aúlla por el teléfono,
la abuela quiere saber.
(Fundido a negro)
PEQUEÑA. -Mi casa se parece a una nieta
que no se deja hacer.
Mi papel de nieta es
de estaño, me hace más pequeña.
(Y entonces se oye)
CRIADA. -¡Come chocolates, pequeña!
Come, pequeña sucia,
come la verdad del chocolate.
(Aparece Abuela y lanza un grito de sorpresa
al ver a la pequeña y a Criada revolcándose).
ABUELA. - Es inconcebible
(preferidas palabras de la abuela),
y más de lo estipulado se le suele concebir.
PEQUEÑA. -Habías dicho que hay que poner
los ojos en las criadas, porque
uno se da vuelta en cuanto ...
CORO. -Acercaos y dejad ahora mismo los cantos
líricos, la muerte es la única deidad que no ama
a los presentes.
Abuela, la pequeña está en problemas,
la pequeña está
hablando.
(Silencio)
Pequeña (aparte)
¿Qué he de hacer con mi naturaleza revolcona?
Abuela, háblame con verdad
aparta de mí los sofismos del chocolate.
(Abuela corre el limpiametales,
alza en brazos a la pequeña
y suspende a la criada).
CORO. -Procura no dejarte arrastrar
por la ira advenediza. Noble espíritu, deja
la cólera para las cenizas de lo irremediable.
Anciana, tu edad te hace sabia,
ahora sal un poco más aún
hacia la luz, persigue nuevos terrenos,
sóplale las hebras a la pequeña
y arriésgate a decir algo sensato
sino sutil.
CORIFEO. -Ante todo, conceded divinidades
subterráneas una jornada placentera de la madre
que a la luz retorna, ya sabrá ella
sus buenos ojos de ver.
No te canses, pues, necia en lo que nada provecha.
Ahora menos que nunca debes abandonarte
a tí propia en el infortunio. Hablad de otros asuntos,
Pequeña, ¡debe haberlos!
PEQUEÑA. -No me mires así, Madre,
esos ojos son los mismos,
son los míos, no deberías ...
MADRE. -No es mala voluntad de mi parte,
temo herirte...
¿por qué tardas en decírmelo todo?
PEQUEÑA. -Pronto te angustias y llenas de horror.
Espera a que sepas lo que falta.
Pequeña (aparte)
Madre, hablo por mí, en noche cerrada.
Me espanta notar
la orfandad de abuela.
¿Para qué conozco si después quitan
de mí madre?
Me asusta ver abuela joven, fuerte
ya muerta, ya matando.
¿En qué espacio daré cuerpo a su tierra?
(Madre y Pequeña se arrastran al saberse
concebidas por idéntico regazo.
La belleza se filtra en la filiación gemela).
(Sale la criada)
CRIADA. -No de otro modo podría yo proferir
cuánto siento por estas insepultas féminas.
He sido amputada por notables
criaturas que desconocían gemeralidad.
Me ampara el honor materno de criar.
Cierta mujer engendró una cachorrilla que habría
de ser la perdición de su casa. No he hecho más
que poner la potencia en acto. Vean cómo involuciono:
Pequeña sabía mentir con ardor.
Solía decir:
“Somos novias de manitas sudadas”.
CORO.- Criada, esconde el puñado sanguíneo.
Pequeña, tapona la sudadera de tu entrepierna.
Atenciónense, se acercan los tacos agujados,
inexplicables.
(Abuela se funde piromaníaca)
CORO. -Todavía el humo
es impune a los fulgores del ardor,
pero ceden las manos lúdicas,
se ausenta la casa,
de nada sirve el dolor de sus moradoras
para evitar el estrago palpable.
(Criada y Pequeña ensordecen los fonos).
Coro. -Como extranjeras que desconocieran la lengua,
tampoco responden con señas,
por fin, como extravagantes bestias
siguen las pistas del fuego.
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