Salgo de ashtanga el jueves, vuelvo a casa, hago tiempo, me toca el timbre Cynthia, en el ascensor, son veinte pisos, noto que me falta el anillo, le digo Cynthia, pasamos por yoga y está cerradísimo.
Al día siguiente tipo 11, voy, pregunto y nada; pero en ese momento hay una clase y se van a cerciorar cuando termine. Llamo a la tarde y pregunto, nada.
Hoy voy, vuelvo a preguntar y subo a hacer mi clase. al final me cambio, dejo mis bártulos en la entrada y subo a ver el salón con mis propios ojos. Nada. Agarro mis bártulos, soy la última que queda y la dueña se va conmigo. Subo al auto de mi hermana que me espera para ir a un cumpleaños, le cuento lo del anillo, de repente me doy cuenta que no agarré uno de los bártulos, el regalo de la que cumple años, nada más ni nada menos. Le pido a mi hermana que por favor no cuente que ya me olvidé un anillo ahí y que en el trajín de buscarlo me acabo de olvidar otra cosa. Le pido y al llegar al cumpleaños lo cuento todo, no vale la pena no decirlo con todas las letras. Esta noche paso por el super, en un momento meto la mano en el bolsillo y siento un pegote. Era lo que quedaba de un marroc que había comprado para darle a una amiga de quien me acababa de despedir. El lunes a primera hora, tengo que ir a buscar el regalo, pero el tema es con qué cara digo que me olvidé otra cosa.
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