Algo cambió el jueves, luego de una tríada de gotas en los ojos, fui casi ciega y fotofóbica severa por largas horas. El oculista me saludó con un "suerte en la calle" y yo le dije "espero que sí y si no, ya te enterarás por crónica". La vuelta a casa resultó de lo más entretenida. Decidí caminar, a los tumbos, en vez de tomar el colectivo y fui de santa fé y libertad hasta santa fé y pueyrredón. En el trayecto me animé a sacar plata del banco y ver ropa en un negocio, ver lo que se dice ver no, más bien tocar.
Cuando las cuadras se me hicieron tediosas, me subí al 39 y me tocó el vendedor que mancha su camisa blanca con diferentes productos y que incluso "voy a tomar una muestra de grasa de la puerta del colectivo". Me hipnotizó, mi visión ese día se reducía a manchas. Lo miré todo el viaje con una sonrisa de oreja a oreja, como agradeciéndole por su pertinencia.
Al llegar mi casa resultó ser un refractario de luz y a la 1 del mediodía tuve que cerrar los postigos del escritorio y del comedor. El living, que contiene el sillón que después de 6 años nos decidimos a comprar y que al mismo tiempo es la parte más luminosa y cómoda de la casa para una inválida como yo, se volvió muy nocivo porque no tiene postigos. No tuve más opción que cerrar los ojos y escuchar el noticiero. A las dos salí de un breve dormitar y vine a la compu. Vi que bajaban mails y uno me llamó particularmente la atención, no podía leer, pero no sé por qué razón sólo alcancé a vislumbrar la pregunta del final "¿podés?"
¿Quién y a qué me invitaba? Conteniendo mi ansiedad me fui así de mocha a dar clase. Dos horas después podía leer un poco cerrrando el ojo izquierdo. Volví a casa y sin estridencias salió a las luz el gran misterio.
Me fui a dormir extenuada y me di cuenta que 12 horas después no estaba totalmente recuperada. Al día siguiente me deleité mirando el sol como si fuera un desafío.
1 comentario:
el noticiero con los ojos cerrados; duro
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