Pensaba que tus cosas eran tus cosas y tu casa, tu casa. Pero no dejo de sorprenderme. Me encuentro: habitando otra cama y durmiendo de 11/12 a 7 de un tirón, inmersa en el sillón, la mesa ratona ya poblada y tan Aguero ya me lo dijo Manu, usando el horno como de toda la vida, queriendo al portero, comiendo ensaladas y salchichas deliciosas, haciéndome tés y explorando el barrio. Espiando por internet una casa con sus tesoros desplegados por mudanza a otro país y deseando muchos de sus objetos.
No, las cosas no son tus cosas, nunca lo fueron y así tiene que ser.
No, las cosas no son tus cosas, nunca lo fueron y así tiene que ser.
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