la zona rosa es uno de los barrios más bizarros y atractivos del DF. en hamburgo y génova hay extranjero guero y homeless con un cartel que dice refugiado político. en la calle génova peatonal bastante nefasta y que conduce a la todavía peor glorieta de insurgentes -especie de plaza houssay redonda y cuatriplicada, muy del proceso- se concentra las más obsena cantidad de comederos gringos que jamás haya visto, wendy's, mc donalds, baskin robbins, dunkin donuts, burger king, starbucks y subway, 7 en dos cuadras.
pero en este barrio, oh, en este barrio están los coreanos. saliendo de dar clase me dirigía a comer sushi cuando antes de llegar al local, me atraparon las fotos de deliciosa comida saludable coreana, arroz, verduras y camarones en salsa picante, acompañado con sopa y ensalada por 60 pesos. el lugar por dentro era bastante feo y excepto otros orientales que no eran coreanos porque se comunicaban en español con la mesera, yo era la única comensal, había sí, una moza coreana con poco español, mucha onda y gran sonrisa, un hombre de unos sesenta años calmando a un bebé que lloraba y parecía quilombero, lo sacaba afuera, lo volvía a entrar, la cocina tenía unas puertas tipo cantina y cada tanto la cocinera salía a sacar cosas de la heladera que no debía caber y estaba en el salón.
llegó mi comida y oh cielos qué delicia, mega picante pero el arroz blanco dulce y perfumado, las verduras apenas saltadas y los camarones, uy! mezclé todo y comía con una felicidad, sentía el aciete de sésamo y anticipaba mis próximos almuerzos ahí, a media cuadra de la universidad donde enseño. qué alegría.
pero de pronto, mi vida se transformó en una película de kitano, de pronto, sentí una tensión en el ambiente, venía de la vereda, apareció más gente en el restaurante, todos parecían conocerse, el protagonista de la acción era un hombre de unos 40 años con una cerveza corona en la mano, que se sentaba y paraba de la barra pero nunca dejaba de gritar, le gritaba especialmente al cajero, creo que estaba borracho pero no lo podían echar porque debía ser medio violento a algo. las chicas, la cocinera y la mesera aprovecharon y fueron a dar una vuelta con el bebé en el cochecito, los otros que no había visto antes no gritaban tanto, el viejo que antes trataba de tranquilizar al bebé hizo un único e infructuoso intento de tranquilizar al bébado, le tocó un hombro con cariño y quiso sacarle la cerveza pero demasiado gentil para dar frutos. yo mientras tanto estaba viviendo un momento álgido de mi carrera gastronómica y pensaba la gente se iría, se indignaría y se iría pero yo no puedo, esto está demasiado rico, no puedo, que no me caigan mal los gritos, que mi digestión olvide la discusión, tengo que comer. era la única que quedaba, los otros comensales apuraron su bowl, pagaron en caja y se fueron rapidito. yo pensaba mientras no se agarren a piñas o alguien saque un arma, puedo comer tranquila, comía, miraba un poco y escuchaba intentando descifrar cuál sería el conflicto y decía ojalá pueda terminar mi plato sin incidentes.
así fue, para mi alegría, mi digestión se portó muy bien, me cayó estupendo. cuando pagué la cuenta, la discusión ahora era entre el bébado y una señora que no había visto antes, la mujer gritaba feo, parecía como si fuera la amante despechada y el hombre respiraba con agitación. era momento de irme.
y hablando de armas, justo al lado de la facu hay algún tipo de antro con el tan común cartel de no armas, no drogas, no menores. linda, la zona rosa.
1 comentario:
jaja, cómo te gustan esos lugares !!!
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