miércoles, noviembre 11, 2009

otro viejito inédito

Zurbarán pintó una teta

de mazapán blanco

con un bombón rosado en el centro.


Es un Águeda multicolor

con la cabeza a un lado

izquierdo.


Labios geisha con colorete,

los párpados español oscuro.


Espera más masas.

Espera que dejen de mirarla

para poder comer sus senos.


Con mangas bolsudas

viene a ocultar lo que se trae.


¿Y el collar?


El pecho es chato

y la panza parece hinchada.


Está preñada de dulces,

acalorada.


Trabaja como matrona tiempo completo

pero es su hora de almuerzo

y va al comedero de ciegos.


A Lvcia no la puedo ver bien

sólo en claroscuro.


Demasiados broches dorados

vigilan sus ojos.


Pero no sé dónde está su mirada.


¡Ah!

En un plato de camping

ofrece dos ojos bizcos.


A Lvcia no hay que perderla de vista.


En una mano lleva una hoja de paja

y tiene una corona de flores.


Pero no parece interesada

en las ofrendas.


Con su vianda va al salón comedor

donde atracan las hembras ciegas.


Hora de descanso.


Lvcia es a la vez moza y patrona de ciegos.


Es un trabajo temporario

que no le lleva mucho

y le deja buenas propinas

porque el básico ya sabemos cómo es.


Águeta tiene un bulto en el vestido.

Tal vez se robó algo pesado.


Todavía faltan cinco horas

para la cena.

Necesita nutrirse.

Es madre de leche de seis bebés.


Cuando está de buen humor los deja

cuajarse en su capa de pana.


¿Por qué usa capucha?

En sus visitas oficiales al hospital de la sangre

recoge niños destetados.


Sale con señuelo para la sala de prematuros.

Son sus dilectos.


Lo que más le gusta de ellos

es su olor indeciso.

Los visita en su franco

y les pone nombres adversos.


Son incomparables

a sus bebés de leche.


Los prematuros son cachos,

son cuajos, fractura inmadura

frágil de amar.


Meollos de carne, llanto y pelo.


En sus visitas lo que más le gusta

es la distancia obligada

entre ella y los adefesios.


Lvcia es tan esquiva

a la hora de levantar los platos.


Tiene asco.

Una moza y el asco nunca pueden ir juntas.

No puede torcer su destino,

puede mirar y mirar y saber

lo que no saben las otras.


Si se concentra puede verlas en bombacha.


Pero las mira a veces

y con los ojos les saca

los puntos negros y la barba.


De las lindas

envidia su inobservancia.

Entonces tiene una idea:

pintarles autorretratos.

Comienza en su hora de almuerzo.


Las pinta cómo ellas se ven

-se hace bastante célebre por esto-

y no la dejan de llamar

y gracias a que en el comedero

todos la respetan

dejan de ser tan sucios

y ella no tiene tanto asco.


Ahora puede tocar a las ciegas.

Las maquilla

y luego empieza con los bocetos.


Trabaja con tanto óleo

que sus cuadros son para tocados

más que para mirados.


Cada vez más

las ciegas son autoras de estas pinturas

porque antes de ser maquilladas

se tocan y esos volúmenes

se reproducen en los autorretratos.


Pero cuando la fama estalla

le dice basta a los autorretratos de ciegos.


De ahora en más sólo bebés prematuros.

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